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La ciudad de Dios

por el contrario, debían honrarlos con más distinción; ¿pues qué causa podían hallar para tener por honrados á los sacerdotes por cuyo ministerio ofrecían sacrificios agradables á los dioses, y al mismo tiempo tener por viles á los autores escénicos, por cuyo medio sabían tributaban á los dioses aquel honor que ellos mismos habían establecido? Y más cuando así lo pedían los númenes, y aun se enojaban cuando suspendían tales funciones; y, lo que es más, advirtiendo que Labeón, sujeto tan instruído, hace también distinción de cultos entre los dioses buenos y los malos, diciendo que los malos se aplacan con sangre y con sacrificios tristes y los buenos con servicios alegres y placenteros, como son, según afirma, los juegos, banquetes y mesas que preparaban á los dioses en los templos, de todo lo cual hablaremos después particularmente, queriendo Dios.

Ahora, lo que respecta al asunto de que vamos tratando es que, ya atribuyan á los dioses indiferentemente y sin distinción de buenos y de malos, todas las operaciones como si fuesen todos buenos (porque no es razón que sean los dioses malos, aunque por ser todos espíritus inmundos todos son malos), ya les sirvan, como le pareció á Labeón, con cierta distinción, señalando para los unos unos ritos y ceremonias y para los otros otras diferentes, diremos que con justa causa los griegos tienen por hourados así á los sacerdotes por cuyo ministerio se les ofrece el sacrificio como á los autores escénicos, por cuyo medio se les celebran los juegos; pues así no pueden acusarles de que agravian, ó, generalmente á todos los dioses, si es que todos gustan de los juegos, ó, lo que sería más indigno, á los que tienen por buenos, si únicamente éstos son aficionados á estas diversiones.

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