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La ciudad de Dios

que (en la profesión de las mismas letras) le precedieron en tiempo y fueron antes qué él: porque por lo respectivo á la literatura griega, que es el idioma que se tiene por más ilustre entre los demás de los gentiles, de dos sectas de filósofos se hace en ellas mención. La una llamada Itálica, por aquella parte de Italia que antiguamente se llamó Magna Grecia. La otra Jónica en las tierras que aun ahora se llaman Grecia. La itálica tuvo por su autor y corifeo á Pitágoras Samio, en quien quieren decir que tuvo principio el nombre de filosofía, porque llamándose antes sabios los que en algún modo eran de vida más loable, parecía que se aventajaban á los otros, y asi, preguntado éste qué facultad era la que profesaba, respondió que era filósofo, esto es, estudiosoy aficionado á la sabiduría, pues el manifestarse por sabio parecía acción muy arrogante y altanera. El príncipe y jefe de la secta Jónica fué Thales Milesio, uno de aquellos siete que llamaron sabios. Los seis se diferenciaban y distinguían entre sí en la forma de su profesión, y en ciertos preceptos acomodados para vivir bien: pero Thales fué tan excelente y aventajado, que, habiendo inquirido y examinado menudamente las cosas naturales y puesto por escrito sua disputas, dejó también sucesores de su doctrina, y fué admirable especialmente; porque habiendo comprendido el cálculo, suputación y razón del movimiento de los astros, llegó á saber pronosticar también los eclipses del Sol y de la Luna. Sin embargo, fué de dictamen que el agua era principio de todas las cosas, y que de ella recibían su existencia todos los elementos del mundo, y el mismo mundo y cuanto en él nace: mas á esta obra que observamos tan admirable, considerando la estructura del mundo, no le atribuyó nada que hubiese hecho en ella la mente divina. Á éste sucedió Anaximandro, su discípulo, y mudó de opinión en cuanto a la naturaleza de