esta manera otros muchos tuvieron otras y otras diferentes opiniones, que sería cosa larga referirlas todas.
CAPÍTULO IV
Pero, entre los discípulos de Sócrates, no sin justa razón floreció con un nombre y gloria tan excelente Platón, que obscureció la de todos los demás, quien; siendo ateniense de sangre y família ilustre, y aventajándose mucho con su maravilloso ingenio á todos sus condiscípulos, con todo, desestimando su caudal y pareciéndole que ni éste ni la doctrina de Sócrates era bastante para llegar á perfeccionarse en el estudio de la filosofia, dió en peregrinar por cuantos países le fué posible, acudiendo á todas las partes donde le convidaba la fama de que podía aprender a instruirse en alguna ciencia útil y singular. En esta conformidad aprendió en Egipto toda la literatura que allí se apreciaba como grande, y se enseñaba; de donde, navegando hacia las regiones de Italia, en la que era célebre y famoso el nombre de los pitagóricos, comprendió fácilmente todo lo que entonces florecía de la filosofía itálica, oyendo á los más eminentes doctores que había entre ellos; y por cuanto amaba con especialidad á su maestro Sócrates, le introduce casi en todos sus diálogos haciéndole autor, y que diga aun lo mismo que Platón había aprendido en los otros, ó lo que él con cuanta diligencia pudo había conseguido, instruyéndose en todas las humanidades, aaboreándolo y templándolo todo con la sal, donaire y disputas de su maestro: