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San Agustín

que de él tenemos el principio de nuestra naturaleza y la felicidad de nuestra vida, ya se llamen con más propiedad platónicos, ya tenga su secta cualquiera otro nombre, ya hayan sido solamente los principales de la secta Jónica los que sintieron en esta conformidad, como fué el mismo Platón y los que entendieron bien sus dogmas, ya fuesen también los discípulos de la secta Itálica, por amor y respeto á Pitágoras y sus defensores, y si acaso hubo otros filósofos del mismo dictamen; ya asimismo los que entre otras naciones han sido tenidos por sabios ó filósofos, á saber, los atlánticos, líbicos, egipcios, indios, persas, caldeos, escitas, franceses, españoles, y si por fortuna existen otros que hayan observado y enseñado esto mismo, todos los preferimos á los demás, y confesamos ingenuamente son los que más se han aproximado á nuestra opinión; pues aunque el cristianismo, que se ba ejercitado precisamente en la meditación y lectura de la literatura eclesiástica, ignore acaso el nombre de los platónicos y no tenga la menor noticia de si hubo entre los griegos dos sectas de filósofos, jónicos é ítálicos, sin embargo, no está tan ignorante de las cosas humanas que no sepa que los filósofos profesan, ó el estudio de la sabiduría ó la misma sabiduría: aunque debe guardarse de los que filosofan y no saben más que cuántos son los elementos de este mundo, sin extenderse al conocimiento de Dios, por quien fué criado el mundo, y así está advertido por el precepto apostólico, donde se dice (1): «Guardaos no os engañe ninguno en la filosofia y con vanas seducciones, conforme á los elementos de este mundo»; mas porque no imagine que todos le son iguales en el mismo dietamen, atienda lo que el mismo apóstol refiere de al.

SAN AGUSTIN (1) San Pablo, ep. á los Colossenses, cap, II, y Libro de los Números, cap. VIII: Cavete ne quis vos decipiat per Philosophiam, et inanem seductionem, secundum elementa mundi.