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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

XXIII

De Gracia á Calpena.

La Guardia, Julio.

Si sigues así, tan descuidado, tan triste y estúpido, la que te ama caerá en la desespe- ración, y la desesperación es mal remedio de amor. Declárate pronto, y no te pongas baboso y pesado. No agas lo que Ernesto de Melville en la Eponina, que por su cortedad de genio dejó morir de pena á su amada, y él, no sabiendo cómo desenlazar la novela, se › tiró á un estanque. Me figuro yo á Ernesto de Melville melenudo, de mal color, los ojos en blanco, y el dedo metido en la boca, como los niños mal criados. Así estás tú también, y yo, si no te quisiera, te pegaría una buena mano de cachetes. Como te descuides, como sigas aciendo el figurín de la delicadeza, lo pierdes todo; la que te ama se morirá de abu- rrida, y tú al fin no tendrás más remedio que tomarte un veneno. Ya ves: podían los dos ser felices, y serán muy desgraciados, por estarse mi niño con la boca abierta, mirando á la iguera, á ver si le cae la breva en la boca.

Otra cosa tengo que decirte, para que es- tés sobre aviso. El sábado pasado llegó á