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B. PÉREZ GALDÓS

material ó gran parte de él, llevando ade- más mi nombre y un título de Castilla, opu- so Cortina razones que me convencieron. No es posible que lleguemos al deseado fin sino por caminos sesgados; tenemos que resignar- nos á que la personalidad de Fernando sea modesta y obscura, no exenta del misterio original; aspiramos á que el esplendor de su nombre se funde en los méritos y ventajas personales, no en el abolengo y tradiciones de familia. Debemos darnos por satisfechos con crearle una posición mediocre bien guar- necida de provechos materiales; pero nada más por hoy. El ilustrará su vulgar apelli- do, si quiere y se aplica.

Para llegar á esto, lo primero es abrir un hueco en la gruesa muralla que nos cierra el paso para todos los caminos, y esta mu- ralla es Felipe. No quiero cansarte refirién- dote todo lo que hablamos D. Manuel y yo, ni podría tampoco trasladar fielmente la par te suya, tan elocuente en algunos pasajes, serena y dulce siempre, á veces graciosa. Díjome al concluir que puesto el asunto en sus manos, debía serenarme, descansando en la seguridad de que sabria corresponder á mi confianza. Estudiado concienzudamen- te el asunto, para lo cual se tomaba cuatro días, me propondrá lo que crea de más fácil y conveniente realización. Como caballero, como amigo y como letrado, me prometió poner en este asunto su inteligencia toda y algo de su corazón; yo debía prometerle su- misión incondicional al plan que me trace, 1