mi traidora no lo fué realmente por dictado! de su libre voluntad, sino por el maleficio con que la trastornó ese pillo de Zoilo, bigar- dón dotado de una formidable terquedad viz- caína, con esa fuerza de terquedad, que es como el poder que gozan los magnetizado- res y taumaturgos, reduce á esclavitud á cuantas personas caen bajo su dominio. Añadió que si yo quiero puedo_ficilmente romper ese poder de encantamento con que el primo tiene aprisionada en sus redes ma- léficas la voluntad de Aura, y volverla á su sér propio. No pude sustraerme al efecto que hicieron en mi espíritu las ideas con rude- za y profunda convicción expresadas por el maldito sordo, y como yo, mostrándome con- forme y dispuesto a todo, preguntara qué medios emplear debíamos para quebrantar que biendo yo a la Negretti una carta, que él se encargaría de poner en sus manos sin que Zoilo ni la tía Prudencia se enteraran de ello. ¡Tentación irresistible! Dijele que lo pensaría, y que volviese. No te pido tu pare- cer, porque desde luego lo tengo por contra- rio á la reincidencia que me propone este endiablado sátiro, que tal me parece, óge niecillo maléfico de los bosques. Déjame á mi que lo resuelva. Estoy loco. Las brasas que quedaban entre las cenizas se han avi- vado, y ya son llamas otra vez. Quiero apa- gar, y no puedo...
Martes. He dicho á Churi que vuel- va. Es posible que no quiera obedecerme...