Muy lejos, entre las lomas, el clarín realista vibró al fin su deseado toque; pero en el mismo instante un rayo ardió con lumbre irresistible sobre la casa goda; perforó los aires el estallido de un descuajamiento de catástrofe; y cuando el cura se repuso, contempló á su amigo muerto junto al caballo muerto sobre el cual se desprendía una rama de álamo.
El rayo de Dios y de la Patria, realizando el conjuro, castigaba la impiedad del enemigo y marchaba á guisa de sable predecesor, con sus batallones de nubes y su artillería de aerolitos, á huracán desplegado y trueno batiente, en un deslumbramiento de porvenir, y certificando la intervención misteriosa, el cadáver se pudrió aquella misma noche con tal premura, que lo enterraron al amanecer sin despojarlo siquiera de sus adornos, sobre los cuales supuraba con hedor funesto la ponzoña de la maldición.