femenino, á pesar de sus muñecas y sus manos toscas como balancines de collera. Por el corpiño entreabierto veíase su garganta de hojaldre y su aproado esternón.
Sobre groseras alfombras, mientras bailaban los husos y la pava hervía por costumbre, no más, divertíanse pareando porotos discolores ó ensayando otras eutrapelias monótonas, al paso que deploraban los pasados tiempos. Esa pobre minga recordábales algunas, de hiladas, también, ó de amasijo, que transcurrían en jarana perpetua. Mate y anisado por las noches; y al último, hasta baile con ambigú.
Entre frase y frase acomodaban sus cigarros en las negligentes comisuras de la boca. Las sayas hechas harnero encarecían el comentario de su miseria. ¡Ni maíz para una chicha, ni una peseta para la más triste báciga!
Al cabo de largos meses, el gobierno hacía a los hombres una buena cuenta que mucho si tocaba a real por soldado; y éstos dilapidaban su jornal irrisorio el mismo día, á un tiro de tabas, en cualquier sombra. "Al fin no tenían el cuero para negocio".
Felices los que atrojaron con tiempo parva de algarroba; pues el afrecho de sus meriendas, servía de cataplasmas!