pensamiento manteníalos en pie, como empalándolos.
Algo quizá les remordió la conciencia ante esa mujer que con tanta solicitud se esmeraba por ellos, ó ante la actitud compasible de sus amigas. Mas ¿á qué se desacató contra Su Majestad? Si la propia madre fuera, á la propia madre la flagelaran!
Bajo el sacudón de las toses, algunos escupían sangre. La vida flotaba en torno de cada cuerpo como un arambel amarrado á un poste. Y la imagen les sonreía bienaventuranzas con el arrebol de sus mofletes floridos.
El sargento, al verla, hubo de titubear desconcertado por esa visita cuyo significado no se le escapaba; pero el Rey y la Virgen, ¿no eran, acaso, un poco parientes? Virgen patriota, si querían; mas los rebeldes, al fin de cuentas, eran todos herejes puesto que blasfemaban del rey.
Tal idea determinose pronto en un ademán. La varilla operó de nuevo, y como las mujeres, agotadas por la emoción no se movieran, las amenazó con su báculo. Entonces, ante la fanática estupidez de esos espectros que castigaban en nombre del rey, abandonaron el recinto. Detrás fustigaba el chicote la segunda centena...
Enteleridas de horror, apiñáronse bajo el do-