En la tarde colorada, el río. Tres paredes de montaña, una violeta, otra índigo, otra azul, escalonadas en el horizonte; una arboleda hacia el fondo del valle, y sobre la barranca acurrucado un hombre.
La pequeña tropa realista puso en aquel cuadro el movimiento de su mancha. Componíanla diez jinetes extraviados en la derrota y que procuraban orientarse por esos campos.
Había sido una treta del gauchaje. Al monte los condujo sin un rumor, sin un tris de hojarasca, tendido entre las espinas ó pegado á la bifurcación de los árboles. Recordaban la peripecia desde cuando se metieron por el ramaje. Primero, manchas de bosque entrecortadas por claros que incitaban á la travesía; pero aquél, halagando de ese modo, se enzarzaba imperceptiblemente, y dos horas después perdieron el rumbo.