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LA GUERRA GAUCHA

pimentábase con la creciente frescura. El limo vaporizaba su humedad en vahos de freza. Desde la distancia, un trino de pájaro se extravió en el ambiente.

En eso, oyóse por allá cerca un balido. El idiota se detuvo, variando en la dirección de donde salía; hurgó las yerbas un instante, y poco después se irguió con un corderito en los brazos. A poco trecho seguíalo la madre. La cara del muchacho se atortujó de risa, mientras prohijaba el recental; pues no obstante las rabietas cuotidianas, distribuía entre sus ovejas un amor rebañego que se parecía mucho al cariño familiar. Una era su mujer, sus hermanas las otras; y bien durante el multiplicio bregaba á morir con caranchos y zorros, bien le retribuían su quehacer los retozos de los pequeños, como garapiñados por su lana reciente; su expresión al lamerle las manos, la docilidad con que se entregaban á su protección. Hasta en el seno resguardaba á los más enclenques; y en el rebaño se avezó á la lucha, sojuzgando en pendencia singular á los carneros que le amorecían su borrega.

Los soldados no perdieron esa ocasión de avituallarse, degollando en un tris oveja y cría. Al capturar ésta, el pastor, plegándose cual si le pateasen el estómago, berreó su tortura con ver-