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ARTILLERÍA

ella confortaba secretamente la resistencia con sus socorros y su entusiasmo. Aposentaba, es verdad, á los realistas, y aun les coqueteaba un poco para tranquilizarlos más, espiando, no obstante todos sus movimientos.

La magnificencia del hospedaje habíale captado sus simpatías. Aquellas sobrecamas de seda franjeadas con agallones de plata; aquella mesa ante cuya suntuosidad argentina turnábanse dos esclavas, no más que para manejar un abano mosqueador; aquellas tertulias un tanto libres en las que, cortejando á la joven, pulsaban sentimentales vihuelas; aquellos obsequios, aquella confianza como señoril, corroboraron un tácito acuerdo.

Por qué no? después de todo. Desclasificada, aunque opulenta, apenas les pagaría así sus distinciones. Y con hidalguía ingenua despojáronse de toda precaución.

Cierto que á veces, altivándose en un descuido, pinchaba su mordacidad tal cual agudeza, ó refrescábase con un abanico entre cuyo varillaje de oro había escrito una estrofa de la marcha de la patria, mariposeándoles al rostro aquel haz de versos prohibidos. Mas estos incidentes, raros por otra parte, no destruían la concordia. Entre tanto la aldea, a despecho de todas las