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Página:La guerra gaucha.djvu/318

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CHASQUE

sin atreverse á descender, no se emboscara en aquel valle alguna partida; cuando de pronto, tras un peñasco que se empinaba á la mitad de la senda, brotó una columna de humo. Divagó un instante, adherida á la roca: cortose bruscamente, como si despavesaran abajo su ignota candela, y atornillándose en densos regolfos, ascendió.

Casi al mismo tiempo un jinete salió del punto aquel, tomando el camino descendente y muy ajeno según parecía á la inspección de que era objeto.

Los realistas, emprendieron la marcha en igual dirección, chifláronle desde arriba sin que inmediatamente oyese. Al advertirlo, su primer movimiento fue talonear el caballo; mas, como amartillaran las carabinas sobre él, permaneció inmóvil, mientras los otros descendían entre los quejidos de las bestias cuyos cascos limaba hasta el hueso la aspereza del guijarral.


Las leyendas patriotas decían de cierta dama, á quien el amor y el entusiasmo conducían por entre riesgos de muerte hasta la más lejana montonera de las punas, cada dos ó tres meses, con mensajes del caudillo. Aprovechando las franquicias de su sexo, traspuso así muchas veces las líneas españolas; mas, prisionera las dos últimas, y bien que