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LA HIJA

no podía desconocerse que era vieja. Cada movimiento suyo revelaba la gravedad de la matrona, y su gracia no era la de la juventud que quiere agradar, sino la de la vejez que aspira á complacer, que guarda miramientos y los exige. Al entrar en el patio nuestros dos conocidos, los ojos de todos los presentes se dirigieron hacia ellos, y cuando Fanes les presentó á su amigo, al que llevaba de la mano, todos les dieron la bienvenida más cordial. Uno de los milesios exclamó:—No acertaba á explicarme lo que nos faltaba. Ahora lo comprendo; sin Fanes no hay alegría.

Fíloinos, el sibarita, alzó entonces la voz, que era cavernosa, y, sin dejar su descansada posición, exclamó:

–Bella cosa es la alegría, y si la traes contigo, serás también bienvenido para mí, ateniense.

Rodopis, acercándose á los nuevos huéspedes, dijo:

—Yo os saludo cordialmente, si estáis alegres, no menos si algún pesar os acongoja; pues no conozco satisfacción mayor que la de borrar las arrugas de la frente de un amigo. También á ti, espartano, te llamo amigo, ya que por tal tengo, á toda persona querida de mis amigos.

Aristómajos se inclinó en silencio; mas el ateniense, dirigiéndose simultáneamente á Rodopis y al sibarita, dijo:

–Pues bien, queridos; puedo contestar. Tú, Rodopis, tendrás ocasión de consolarme á mí, tu amigo, que muy pronto deberé abandonaros á ti y tu gratísima casa; y tú, sibarita, te deleitarás con mi alegría, pues por fin volveré á ver mi Hélada, abandonando, aunque involuntariamente, la adorada ratonera de este país.

—¿Te vas? ¿Te han despedido? ¿A dónde piensas ir?— preguntaron á la vez de todos lados.

—¡Paciencia, paciencia, amigos!—dijo Fanes.—He de contaros una larga historia que guardaré para los postres. Sea dicho de paso, querida amiga: el apetito que tengo es casi tanto como el sentimiento de abandonaros.

—Bella cosa es el apetito—dijo sentenciosamente el sibarita,—cuando se espera una buena comida.

—Descuida, Fíloinos—repuso Rodopis, —pues, he encargado al cocinero que se esmere todo lo posible, porque el hombre más goloso de la ciudad, el más gastrónomo de todo el