Inmensos ruídos de terror; do quiera
Cárdenos rayos sin cesar flamean
Que con su voz los ámbitos atruenan...
Treme la tierra... rugen y se agitan
En sus cuevas las fieras espantadas
De tales conmociones;
Los torrentes sin fin se precipitan,
Y escúchanse feroces risotadas
De los infames, bárbaros sayones.
En tanto de las fosas se levantan
Los que fueron ayer; desencajadas
Asoman las facciones;
Al mirar el Calvario se amedrentan
Y se hunden en las tumbas socavadas,
Con extrañas horribles contorsiones.
¡La hora sonó! La humanidad entera
Levanta el grito: «¡Redención! exclama.
El momento ha llegado
De cumplirse la oferta verdadera;
La sangre que nos salva se derrama.
La sangre de Jesús idolatrado!»
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Poesías de Cuellar. — 151