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Poesías de Cuellar. — 207

Mas la miré al pasar; ¡era tan bella,
Tan noble, tan gentil en la apostura,
Que al momento la amé! ¡Seguí su huella
Un porvenir soñando de ventura!

Pálida la color de su semblante,
Negro el cabello, la cabeza erguida,
Negro también el ojo destellante
Que revelaba inteligencia y vida.

¡Ay! yo la vi; la inspiración ferviente,
Al vivo rayo de sus dulces ojos.
Vino á alumbrar mi entristecida mente,
Vino á calmar mi pena y mis enojos.

Y la entoné canciones, y la vía
Trémula al escuchar mi blando acento;
Y era que apasionada comprendía
De mi cantar el amoroso intento...

Luengas horas pasaron de ventura
Y placenteros días de consuelo,
Gozando de su angélica ternura
Con amoroso afán, con casto anhelo.