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Poesías de Cuellar.
Un arpegio sonoro, melodioso,
Como el del arpa del querub alado,
Grato como la voz del sér amado
Que infunde al alma halagador reposo.
¿De quién es esa voz, cuya armonía
Fué la primera que rasgó los vientos
Por saludar con mágicos acentos
La nueva luz del esplendente día?
¡Ah! tú turbaste el funeral sosiego,
Tú anunciaste el consuelo matutino,
Y al escuchar tu cántico divino
Todas las aves te siguieron luego.
El clarín de la selva! ¡Cuán hermoso
Se ostenta allá sobre escarpada cumbre,
Para gozar de la primera lumbre
Que presta al orbe Febo luminoso!
Al contemplarlo en el pintado Oriente
Derramando su luz á lo creado,
Mezcla el cantor su acento regalado
Con el bramido del veloz torrente.