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Poesías de Cuellar. — 229

Y si paso entre rosas purpurinas,
Nunca aspiro su aroma apetecible,
        Ni admiro su matiz;
Enclávanse en mi pecho sus espinas
Y un ¡ay! me arranca mi dolor terrible
        Cuando me siento herir.

No escucho los murmurios de las fuentes,
Ni á mí llega el acento melodioso
        De alegre colorín.
Solo escucho la voz de los torrentes
O del siniestro cárabo medroso
        El lúgubre gemir.

En vano busco en mi fatal camino
El vivo lampo que en mis sueños veo
        De fúlgida ilusión;
Que luchando en los brazos del destino,
Va plegando sus alas mi deseo
        Al golpe del dolor.

¿En dónde está la luz de mi esperanza?
¿Dónde la dicha que mi sér aliente
        Y embriague el corazón?