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Poesías de Cuellar. — 285

Y mientras más te miro, de otros días
Se pierden los recuerdos halagüeños,
Y el torcedor de las desgracias mías,
Y el talismán de mis queridos sueños.

Que en esta soledad terrible y muda
Se sofoca la voz de las pasiones;
Del humano dolor saeta aguda
No puede herir aquí los corazones.

Esta es mansión de paz, donde no suenan
Del loco mundo aterradores gritos;
Los pensamientos que la mente llenan,
Son pensamientos del Señor, benditos.

El aire frío en el peñón no zumba,
Todo está quieto, solitario, inerte:
El funeral silencio de la tumba!...
La fatídica calma de la muerte!...

¡Cavidad espantosa, fiel remedo
Del caos, tu perdurable calma,
Con las torpes imágenes del miedo,
La fé, la religión infunde al alma!

Y vagando el inquieto pensamiento
Fugaz con la exaltada fantasía,
Creaciones mil se forja en el momento
Con que la mente loca desvaría.