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Poesías de Cuellar. — 301

Porque en medio del placer
Y de la dulce afición,
Con las memorias de ayer
¡Ay! nos viene á sorprender
La triste meditación.

Y entonces vemos ¡Dios santo!
¡Cuánto deliramos, cuánto,
Con pueriles devaneos,
Con insensatos deseos
Que ahora nos llenan de espanto!

Sí, porque todo perece
En este mundo fatal,
Porque todo nace, crece
Y en el dilatado erial
De la nada desparece.

Porque no hay una ilusión
Ni un momento de ventura
De que goce el corazón,
Sin su amarga decepción,
Sin siglos de desventura.

Y cuando á la mente asombra
Desgarrador pensamiento
De que en la florida alfombra,
Que piso, pára una sombra
Que está anunciando el tormento;