cion de la posteridad al lado de César, Alejandro, Federico el Grande y Napoleon.
Necesitamos un historiador como Tucídides ó Jenofonte, que nos refiera con magistral lenguaje y espíritu imparcial los hechos memorables de la guerra, como aquellos lo hicieron en su tiempo, ó que nos pinte con maestra mano el génio misterioso é incomprensible de Francia, y de sus sucesores, como describe Tácito aquella época terrible de Tiberio, el tirano sombrío de Caprea, personificacion horrible del terror. No olvidemos que la historia es la conciencia de los pueblos; si ella enmudece ese pueblo perecerá olvidado por el desprecio y la indiferencia.
Nosotros, mas felices que nuestros antepasados en todos respectos que vivieron ocultos en el fondo de sus hogares elevando sus preces por la ansiada libertad de que estaban privados, como los israelitas durante su largo cautiverio, tenemos el ldeber ineludible de consagrarnos al cultivo de las ideas, haciéndonos dignos de las instituciones democráticas que hemos adoptado en la nueva era de regeneracion que augura dias de gloria y de felicidad para esta patria tanto tiempo angustiada.
He dicho.