significativas. Y la del propio Proust que escucha en la música "la más vasta y más universal belleza de la vida y de la muerte" y siente el particular encantodel amor“. Este carácter emocional en la recepción de la música por los aficionados, más parecidos a los’ descriptos en EI tiempo recobrado que Bouvard y Pecuchet, aparece también en "Un dimanche au Conservatoire". Este debe ser el único texto proustiano donde en el público de una ejecución musical predomina notablemen- te el placer musical y la compenetración con la música por sobre las distorsiones mundanas y materiales. La descripción muestra al público en el goce de un placer legítimo y socialmente aceptable, pero a la vez voluptuoso y terrible, presa de un estado hipnótico o similar al de un fumador de haschisch ydotado de una vivacidad guerrera. Todos, reunidos inexplicablemente, experimentan en forma diversa la misma alegría, parecidos a una tropa en narcha. Exaltación, tristeza yconsuelo son sentidos, no obstante Ia aparente concentración en un razonamiento de una lógica inflexible. Todos ellos están como transmutados, privados de circunstancias particulares y de sus defectos más conocidos '25. El que se diferencia del resto es el propio narrador pues es el que está mirando. Y el que está reflexionando. Pero para sugerir a quien la escucha tantas y tan diversas emociones con una fuerza irresistible, la música tiene el poder de separar nuestra atención de todo lo demás. Y el mismo narrador queda magnetiza- do por el ritmo y dócil a la música. Mas luego sigue la descripción del director y de la orquesta. El director es comparado con un general en maniobras. Años después (el artículo es de 1895), en la Recherche, Proust propondrá una especie de estética de las batallas. El director es todo potencia y no hay en él ni duda ni incoherencia. Y este fenómeno tiene un carácter misterioso e incomprensible“. Por más que el Proust posterior se incline a un análisis hipotético, no puede dejar de señalarse esta comunicación emocional directa de la música que nos lleva a lo más profundo de nosotros mismos, como el anciano que le parece al narrador un asceta. Por otro lado, surge una comparación con la concepción de la locura de "Sentimientos filiales de un parricida”, entendida como la posesión transitoria de un ser normal, por una fuerza inexplicable. Y ambos textos terminan con referen- cias a autores clásicos. 91 la del músico, que si bien parece preferir lo técnico, siente las emociones
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