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150 MANUrjv GALVKZ que deseaban. Si Solís perseguía a Raselda, como era indudable, y la muchacha era incapaz de resistir estan- do perdidamente enamorada, ¿no resultaba natural que "todo" hubiera ya sucedido? ¿Quién era Solis? Un por- teño, ¡tan luego!, es decir, un hombre que estaría habi- tuado a seducir mujeres. ¿Dónde se veían? En la casa de doña Críspula, "una cualquiera". Apaciguado su interés por Raselda, Solís no tenía en su vida nada que le defendiese contra el hastío. El trabajo absorbente y monótono de la escuela no le dejaba tiempo para cultivar sus amistades. ¡Pero si tam- poco tenía amigos! El era un poco huraño, no congeniaba así no más con todos. En Buenos Aires se había he- cho demasiado intelectualista ; nada le apasionaba fuera de la literatura. Y en La Rioja se leía excesivamente poco; no había librerías; los jóvenes escritores de Bue- nos Aires, los que a él más le interesaban, eran allí en- teramente desconocidos. Por otra parte, sus pocos ami- gos empezaban a cansarle. Araujo, cuyo espíritu paradógico e irónico le agradó al principio, había concluido por in- comodarle. Hablaba mal de todo el pueblo, y sus juicios sobre otras personas producían a Solís cierto malestar. Cabanillas le aburría. No hablaba sino de historia argen- tina; y él se veía obligado a escucharle, no sólo por amistad sino por interés de la cátedra prometida. Que- daba Pérez, el más inteligente de sus amigos. Pero ahora estaba casi de novio. Visitaba muy seguido a "su sim- patía" y a veces se ponía fastidioso, no hablando sino de ella. Los demás hombres que conocía ya no le interesaban. Casi no había jóvenes. Todos se iban a Buenos Aires, a estudiar derecho o medicina, apenas salían del colegio. No quedaban sino los viejos, que eran todos iguales. Ha- blaban del mismo modo, contaban los mismos cuentos y decían las mismas gracias, pues todos se afanaban en parecer graciosos. Durante cincuenta o sesenta años, ha- bían llevado, día a día, idéntica vida. Habían visto repe- tirse los mismos acontecimientos triviales y no salían del pueblo sino para ir al campo en los veranos. La pobreza