Página:La maestra normal.djvu/190

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
187
LA MAESTRA NORMAL


Era Urtubey. Le había dado un dato equivocado y venía a advertírselo. No fué el general Alvear sino el general Rondeau, quien en el año mil ochocientos diez y nueve...

Solís se alejó, triste y preocupado, bajo la noche estrellada.


III

Una mañana. Raselda, al regresar de la escuela, decidió visitar a Rosario. No había vuelto a la casa de su amiga desde aquella tarde en que, no sabía si desgraciadamente, se encontró sola con Solís. Creía que Rosario lo habría divinado todo, que habría visto en su cara las huellas le los besos. Se moría de vergüenza pensando que pudiera decirle algo, reprocharle su conducta.

Imaginó diversas excusas para justificar su turbación y sus ojos llorosos de aquel momento en que, después de la escena, llegaron Rosario y doña Críspula. Les diría que había hablado con Solís del incidente famoso y que, afligida porque el Director tenía de ella un mal concepto, había llorado. Y, para que no dudasen de que era bien sincera, se indignaría contra el Director.

Pero luego, al colocarse en la realidad, se avergonzaba y le daban ganas de llorar, creyendo que no sabría excusarse, que sería peor pretender dar explicaciones. ¡Ah! era un martirio, pero tenía que hablar. Sino ¡quién sabe lo que imaginarían sus amigas!

Cruzaba la calle pensando en el momento difícil que se le presentaba. Decía a media voz las frases explicativas, ensayaba las palabras más naturales, el tono más sencillo. cuando vio a Solís que doblaba la esquina. El la saludó sorprendido y ella inclinó apenas la cabeza, poniéndose colorada. Como iban en la misma dirección, pronto estuvieron a la par.

—No la veo desde hace días — comenzó él, por decir algo.

—Estuve muy ocupada.

A Raselda no le agradó que Solís la acompañase. La