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MANUEL GÁLVEZ


V


El quince de Marzo era día de extraordinario movimiento en toda la ciudad. Se inauguraban las clases en la Escuela Normal de maestras y en el Colegio Nacional.

Este doble suceso constituía para La Rioja el acontecimiento más trascendental del año; entre múltiples motivos, porque allí se educaban, casi íntegras, las jóvenes generaciones. Podía afirmarse que cada quince de Marzo la ciudad recomenzaba a vivir.

En la soledad y la pobreza de ciertas ciudades provincianas, — ciudades muertas, sin comercio, sin industrias — el Colegio y la Escuela son, efectivamente, los únicos lugares donde se siente la vida. Ellos representan, quizá, la exclusiva riqueza de aquellas ciudades. El colegio y la escuela sostienen, con sus sesenta cátedras en conjunto, a muchas familias de la alta clase; ayudan a los pobres con buen número de becas y reparto de víveres en las fiestas patrias; constituyen para ciertos comercios, — las librerías, por ejemplo — , la sola razón de ser. En lo moral y lo intelectual, la escuela y el colegio significan una todavía mayor fuente de riqueza. Sin contar la educación gratuita y el enseñar la sola profesión productiva en aquellas ciudades, ambos suministran al pueblo sus casi únicas fiestas, surten a los periódicos locales de adecuada literatura y hasta mejoran, con su vasta influencia, la moralidad general.

Nada existe en los pueblos comparable, en importancia, a las cátedras. Las cátedras superan, en ganancia y categoría, a las más productivas tareas, salvo a los pocos empleos nacionales. El desocupado oficio de rentista apenas se conoce allí. El comercio — algunas tiendas, almacenes y boticas de triste catadura — vejeta en apacible rutina provinciana. Las profesiones liberales no engañan ni el hambre de un dispéptico. La calma patriarcal de los pueblos no es suelo para pleitos. Tampoco son clima propicio para médicos la pobreza y la sencillez de la vida.