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Nacional de las Mancomunales en 1904 reunió a 15 organizaciones que representaban a más de 20 mil trabajadores y apenas un año después, en octubre de 1905, las Mancomunales protagonizaron un levantamiento popular en el que los trabajadores organizados se tomaron la ciudad de Santiago por casi dos días y mostraron su capacidad de lucha.

No era una casualidad que a pocos meses de los sucesos denominados “semana roja de Santiago”[1], debido a la semejanza y simultaneidad con la rebelión obrera y campesina contra el Zar en Rusia, se produjeran hechos similares en la ciudad portuaria de Iquique, donde había nacido el movimiento sindical chileno. El sector minero, especialmente del salitre, era el más significativo del movimiento obrero en Chile, y sus condiciones de trabajo y de vida eran las más aberrantes entre los trabajadores. Con jornadas laborales de hasta 12 horas diarias, sin descanso dominical ni seguros de accidentes, viviendo en conventillos, durmiendo en “camas calientes”, llamadas de esta forma porque los integrantes de las familias se turnaban para dormir en ellas, recibiendo sus salarios en forma de fichas que sólo servían para las pulperías de las mismas oficinas salitreras. Era una cuestión de tiempo para que el sector más numeroso y más organizado del proletariado chileno se declarase en huelga.

Más de 15 mil obreros pampinos de una treintena de Oficinas adhirieron a la paralización de actividades para exigir el pago de sus sueldos en monedas de oro y no en fichas ni en papel moneda, mayor seguridad frente a accidentes laborales y enfermedad. Sin embargo, sólo consiguieron enfrentarse a patrones intransigentes por lo que el 10 de diciembre de 1907 tomaron la determinación de marchar hacia la ciudad de Iquique. Ya es sabido que dicha huelga culminó en la masacre de más de dos mil obreros en la escuela Santa María, perpetrada por soldados comandados por el general Silva Renard quien estaba sujeto constitucionalmente a las órdenes del Presidente de la República, Pedro Montt.

Las huelgas y también las masacres se repitieron a lo largo de la historia del movimiento obrero chileno e internacional. En 1917 los trabajadores portuarios de todo el país estuvieron en huelga durante dos meses. La huelga del carbón de 1919 duró 83 días y en diciembre del mismo año la Asamblea Obrera de la Alimentación convocó a la huelga general de Santiago por dos días. En enero de 1919 los obreros de un frigorífico de Puerto Natales se sublevaron y como sus patrones cerraron las plantas de faena y huyeron, los trabajadores se tomaron el poder de la ciudad durante varios días.

No sólo nuestro país constituyó un campo de batalla por la causa obrera. Dos años antes de la matanza de Iquique y gatilladas por el “domingo sangriento de San Petersburgo”[2] se habían iniciado rebeliones populares en la Rusia zarista, las que serían registradas

  1. Vitale, Luís: “Historia social comparada de los pueblos de América Latina”, Comercial Atelí & Cía. Ltda./ Ediciones Plaza, Punta Arenas 1999, p. 44.
  2. Kusber, Jan: “Krieg und Revolution in Russland 1904–1906. Das Militär im Verhältnis zu Wirtschaft, Autokratie und Gesellschaft“, Verlag Steiner, Stuttgart 1997.