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Página:La masacre de la escuela Santa María de Iquique.djvu/118

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de Guillermo Billinghurst, entre los años 1912 y 1914, que se caracterizó por una apertura social. La corriente anarquista lideró una de las huelgas más importantes de la industria textil peruana en defensa de la jornada laboral de ocho horas. Sólo unos pocos años después, en enero 1919, se realizó la huelga exigiendo la jornada laboral de ocho horas que ha sido, tal vez, la más significativa en la historia peruana.[1] Casi inmediatamente después se produjo otra huelga importante que demandó costos de arriendo y de los productos de consumo diario accesibles para los trabajadores. Este movimiento se propagó muy rápidamente por la ciudad de Lima y el puerto de Callao y se convirtió en un levantamiento antioligárquico. El miedo de las clases dominantes ante el inminente estallido social las hizo formar la “guardia urbana” para reprimir a las combativas organizaciones obreras, proceso que culminó con la matanza de 400 obreros y el aniquilamiento momentáneo del movimiento obrero peruano.

Una característica común y transversal: el pensamiento anarquista y el modelo de los concejos de trabajadores

En los inicios del siglo XX la corriente ideológica más significativa del movimiento obrero chileno en particular —y latinoamericano en general— probablemente hayan sido el anarquismo y el anarco-sindicalismo, por lo que un análisis de los movimientos obreros de la época no puede prescindir de un estudio de estas corrientes ideológicas.[2] En el presente acápite buscamos respaldar la afirmación que los sucesos de diciembre 1907 no fueron hechos aislados ni particulares chilenos, para lo cual presentaremos un breve análisis de los movimientos anarco-sindicalistas y sus semejanzas a lo largo de Latinoamérica y del continente europeo.

El concepto anarco-sindicalismo se refiere a organizaciones de trabajadores asalariados que se regían por los principios de la autodeterminación, autoorganización y la solidaridad. Ideológicamente hablando, el anarco—sindicalismo fue un enriquecimiento de las ideas anarquistas por medio del sindicalismo revolucionario. El objetivo principal del movimiento anarco—sindicalista fue la superación de la sociedad capitalista y su expresión político—administrativa, el Estado. Ésta se pretendió alcanzar mediante la apropiación de los medios de producción por parte de los sindicatos. De esta forma se construiría un orden colectivo nuevo, libre de clases y libre de Estado. Para alcanzar esta meta formulada, el anarco—sindicalismo promovió la organización de la clase trabajadora en todas las esferas de la vida social para oponerse al poder ejercido por el Capital y el Estado y luchó por mejoras en las condiciones laborales y de vida de los trabajadores y sus familias. En este contexto ideológico se deben comprender las demandas de los huelguistas, no sólo de la pampa salitrera: mejores

  1. Ibid, p. 54
  2. Vitale, Luís, op. cit., p. 70.