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instrucción primaria, entre otras y de múltiples iniciativas sociales y políticas expresadas en la convención liberal de 1907, así como el conservador Juan Enrique Concha, precursor del pensamiento socialcristiano.

Además, debe señalarse la presencia de diputados del Partido Demócrata, como Malaquías Concha -—su fundador en 1887-— y Bonifacio Veas, ambos potentes oradores tras la masacre de Santa María. Asimismo, debió estar Luis Emilio Recabarren en ese parlamento de 1906, pero fue despojado del cargo de diputado por Antofagasta a través de formalismos, aunque en el fondo fue considerado peligroso por sus ideas y por su arrastre popular en el norte: «A mi no me duele retirarme de esta Cámara. Es el pueblo el que se convencerá de que aquí no se admite a sus representantes», señaló entonces.[1]

A nivel de la cámara alta, se advierte -—en la primera década del siglo-— la poderosa presencia de los «señores del salitre», como Federico Varela, Daniel Oliva, Eduardo Charme y Rafael Sotomayor -—este último ministro del Interior durante la masacre de Santa María-— dueños o socios de importantes oficinas salitreras y con un poder y fortuna incontrarrestable a nivel local, situación -—sobre todo ésta última-— fundamental para obtener un sillón. Si con la libertad electoral el gobierno ya no intervino en las elecciones, la manipulación descansaba ahora en las «máquinas electorales» y el cohecho.[2]

Señala Gonzalo Vial: «Nada había más caro que ser candidato a senador, salvo ser candidato a Presidente de la República. Hacia 1910 se estimaba que este cargo costaba dos millones de pesos; una senaduría, quinientos mil y una diputación, cincuenta mil».[3]

Para dimensionar el escenario electoral -—en la perspectiva insinuada por Letelier-— señalemos que para las elecciones de 1906, presidenciales y parlamentarias, de una cantidad de 409.635 personas inscritas en los registros electorales -—de un potencial de 429.766 personas que constituían el universo electoral, es decir, el 13.5% de la población total del país (3.175.000 hbts)-—, votaron 216.492 (52.85%), con una abstención del 47.15%.[4]


Los sucesos de Iquique en algunos diarios santiaguinos y en la Cámara de Diputados


Una semana antes del fatal desenlace, en plena huelga, La Unión de Santiago en su edición dominical auguraba el escenario señalando:

«...estos agitadores no sólo dañan a los que les escuchan sino que son una amenaza para todos los intereses y para todos los derechos, una causa de perturbación del orden social y de descrédito para el país. Con esto nos dañan a todos los habitantes del país y todos tenemos
  1. Ibid., p. 409.
  2. Vial, Gonzalo, op. cit, pp. 124-127.
  3. Ibid., p.120
  4. Nazer, Ricardo y Jaime Rosenblitt: «Electores, sufragio y democracia en Chile. Una mirada histórica», en: Revista Mapocho, N°48 (2000), p. 227.