que evidenciaba la elite; o en palabra de Tancredo Pinochet:
- “Yo he dicho, Excelencia —cuando se asegura que el ochenta por ciento de Chile es liberal y que sólo un veinte por ciento es conservador—, que ésta es una impostura; que la verdad es que el noventa por ciento de la población de Chile es nada, ni demócrata, ni liberal, ni conservadora, ni radical. ¿Puede una vaca ser liberal democrática, excelentísimo señor? ¿Puede el inquilino chileno ser conservador o radical? ¿Puede tener ideas políticas? ¿Puede tener orientación social? He dicho que el noventa por ciento de la población de Chile no es nada, Excelencia, o es una recua de animales, a quienes se les tiene deliberadamente en este estado de salvajismo por el torcido criterio de una oligarquía de ideas sociales rancias, que no es capaz de comprender su propia conveniencia.”[1]
Lo anterior denota la profunda y cada vez mayor división de nuestro país a comienzo del siglo XX, que imprime su sello en todas las instituciones nacionales y patrones culturales de la sociedad chilena. El origen de este divorcio ha sido analizado desde diversas ópticas: el “desarrollo de las fuerzas productivas” como expresión de la integración plena de Chile al capitalismo mundial (visiones estructurales); la “efervescencia liberal” en que cayó la aristocracia fruto del influjo europeo y las grandes ganancias en la explotación de recursos naturales (visiones hispanistas); la decadencia de la “hacienda” y el “ethos católico” como reguladores y orientadores de las relaciones sociales (visiones conservadoras), o la carencia de un “espíritu schumpeteriano” en la aristocracia y clases populares para emprender un proceso de transformación productiva (visiones liberales). Independiente del camino explicativo que se tome, queda en evidencia que los dados estaban tirados: la sociedad tendía a la disociación, y los patrones culturales, institucionales y sociales que regularon la vida colonial se muestran como incapaces de volver a construir una síntesis para pensarse como un todo social. La cuestión social se ha instalado, como bien lo describe el Dr. Julio Valdés Canje en su carta al presidente Ramón Barros Luco:
- “...tal vez en ningún país de la tierra hai tanta diferencia entre la clase alta i la de los proletarios como en Chile, en ninguna parte el despotismo de los magnates i el despojo de los débiles reviste las característica que aquí. Estas afirmaciones deben ser para vos i para todos aquellos que han nacido en la opulencia, un poco difíciles de aceptar, por que vivís en un mundo en que nada de esto se ve i naturalmente no habéis salido a buscar aquello cuya existencia ignoráis. I esto no solo os pasa a vois i a los magnates, pues todas las personas decentes, cual más cual menos, padecemos la misma ceguera; i la causa está en que las víctimas no se quejan. Pero es necesario abrir los ojos para remediar males que de un momento a otro pueden producir una catástrofe.”[2]
Queda en evidencia que la Matanza de la Escuela de Santa María
- ↑ Tancredo Pinochet: “Carta a Juan Luís Sanfuente”, citado por Pinedo, Javier. “El pensamiento de los ensayistas y cientistas sociales en los largos años en Chile" (1958-1973). Los herederos de Francisco Antonio Encina”. Revista Atenea No 4 (semestre II 2005), p. 75.
- ↑ Valdés Canje, Julio: “Sinceridad. Chile íntimo en 1910”. Imprenta Universitaria, Santiago 1910, p. 219.