Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/111

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
107
 

mover ni quebrar, porque, como eran fuertes, el ruido de ellas despertó toda la vecindad en daño nuestro. Entonces aquel esforzado nuestro capitán y alférez Lamaco, con la fianza de su gran esfuerzo y valentía, metió la mano poco a poco por aquel agujero que se mete la llave para abrir la puerta, y probaba a arrancar el pestillo o cerradura. Pero aquel Criseros malvado y maligno, más que hombre del mundo estaba velando, y sintiendo lo que pasaba, vínose hacia la puerta muy pasico, que casi no resollaba, y traía en su mano un gran clavo y martillo, con el cual súbitamente, con gran golpe e ímpetu, enclavó la mano de nuestro capitán en la tabla de la puerta; y dejado allí cruelmente clavado, como quien lo deja en la horca, subióse encima de una azotea de su casilla, y de allí, con grandes voces, llamaba a los vecinos, rogándoles por sus propios nombres y llamándolos que socorriesen a la salud de todos, porque su casa ardía a vivas llamas. Cuando los vecinos oyeron esto, cada uno, espantado del peligroque les podía venir a su casa por la vecindad de la del cambiador, venían corriendo a socorrerle. Entonces nosotros, puestos en uno de dos peligros, o de matar a nuestro compañero o desampararlo, acordamos un remedio terrible, queriéndolo él, y fué éste: que cortamos el brazo a nuestro capitán por la coyuntura donde se junta con el hombro, y dejado allí el brazo, atada la herida con muchos paños, porque las gotas de sangre no hiciesen rastro por donde nos sacasen, arrebata-