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esto te ruego, señora madre, que me la cuentes todo cómo pasó.

La mala vieja parlera, sin más tardar, comenzó:

—Este barbudo tenía necesidad de ir un viaje a otra parte, y como era celoso y deseaba guardar la honra de su mujer, llamó a un esclavo, por nombre Hormigón, el cual era tenido por más fiel que otro y más diligente; a éste cometió secretamente toda la guarda de su mujer, diciéndole que si no guardaba bien a su señora, de manera que ninguno pasando cerca de ella le tocase con el dedo o con la falda, que le echaría hierros y en cárcel perpetuamente donde muriese de hambre, lo cual juró y perjuró muchas veces por todos los dioses; así que con esta seguridad él se partió, dejando por recio guardián a Hormigón y bien amedrentado, el cual guardaba a su señora con tanta diligencia, que a ninguna parte la dejaba salir y de continuo estaba asentada cerca de ella, estando hilando o haciendo otras cosas que las mujeres hacen en su casa, y si alguna vez por grande necesidad iba a lavarse al baño, Hormigón iba tan apegado a ella, que las faldas llevaba en la mano, y de esta manera, con mucha sagacidad, cumplía lo que su señor le había mandado. Pero no se pudo esconder a Fiiesitero la hermosura de esta gentil mujer, porque la bondad y astidad ella, y la gran diligencia de su guarda le inflamó y puso más codicia para hacer todo lo que pudiese y ponerse