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pues tal obligación sólo puede partir de la razón práctica, libre de toda coacción-; entiendo que lo hace la naturaleza misma, queramos o no los hombres-fata volentem ducunt, nolentem trahunt (1).

1. Aun cuando un pueblo no quisiera reducirse al imperio de leyes públicas, para evitar las discordias interiores, tendría que hacerlo, porque la guerra exterior le obligaría a ello. Todo pueblo, en efecto, según la disposición general ordenada por la naturaleza, tiene pueblos vecinos que le acosan, y para defenderse de ellos ha de organizarse como potencia; es decir, ha de convertirse interiormente en un Estado. Ahora bien, la constitución republicana es la única perfectamente adecuada al derecho de los hombres; pero es muy difícil de establecer, y más aún de conservar, hasta el punto de que muchos afirman que la república es un Estado de ángeles, y que los hombres, con sus tendencias egoístas, son incapaces de vivir en una constitución de forma tan sublime. Pero la naturaleza viene en ayuda de la voluntad general, fundada en la razón, de esa voluntad tan honrada y enaltecida en teoría, como incapaz y débil en la práctica. Y la ayuda que le presta la naturaleza, consiste precisamente en aprovechar esas tendencias egoístas; de suerte que sólo de una buena organización del Estado dependerá-y (1) El destino conduce a quien se somete y arrastra a quien se resiste.-(N. del T.) LA PAZ PERPETUA