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por naturaleza inaptos para banderías y propagandas de club; no son, por tanto, sospechosos de proselitismo.

APENDICE

I
Sobre el desacuerdo que hay entre la moral y la política con respecto a la paz perpetua.

La moral es una práctica, en sentido objetivo; es el conjunto de las leyes, obligatorias sin condición, según las cuales "debemos" obrar. Habiendo, pues, concedido al concepto del deber su plena autoridad, resulta manifiestamente absurdo decir luego, que no se "puede" hacer lo que él manda. En efecto; el concepto del deber se vendría abajo, por sí mismo, ya que nadie está obligado a lo imposible-ultra posse nemo obligatur. No puede haber, por tanto, disputa entre la política, como aplicación de la doctrina del derecho, y la moral, que es la teoría de esa doctrina; no puede haber disputa entre la práctica y la teoría. A no ser que por moral se entienda una doctrina general de la prudencia, es decir, una teoría de las máximas convenientes para discernir los medios más propios de realizar cada cual sus propósitos interesados; y esto equivaldría a negar toda moral.

La política dice: "Sed astutos como la serpiente". La moral añade esta condición limitativa: "y