á manifestar lo conveniente que sería para nosotros extraer de ésta cuanto tiene de mejor, para marchar con seguro paso por la ruta que nos indican recientes acontecimientos, de elocuencia hasta brutal, si se me permite el concepto.
Nosotros los latinos, ganados por esa especie de fatiga elegante que suele dominar á los refinados de la fortuna y de la belleza, estamos descuidando la entraña misma del problema, para remitir nuestra futura revancha á un porvenir muy lejano, puesto que solo depende de los vaivenes ciertos, pero también caprichosos de la Fortuna. Hacemos lo posible por no entender que si la rueda de ésta es, para valerme de un tosco símil, rueda de noria que está á la continua vaciando y llenando alternativamente sus canjilones, tal puede dejarnos de repente, que nos sea imposible aprovechar su rotación constante, para colocarnos de nuevo sobre el abandonado pavés.
Y decimos: se trata puramente de un momento histórico; ya nos volverá á llegar la hora... No se piensa que los momentos históricos suelen ser de siglos; que la decadencia griega fué un momento histórico; que la decadencia romana fué un momento histórico; que la Edad Media con sus sombras enormes, apocalípticas si se quiere, pero tinieblas al fin, fué un momento histórico de