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—Buenos días—dijo. Parece que el señor Sherlock Holmes está ausente.

—Sí, y no sé con seguridad cuándo volverá.

Sin embargo, si usted desea esperarlo, siéntese y pruebe uno de estos cigarros.

Gracias, con mucho gusto—me contestó, enjugándose el rostro con un pañuelo rojo.

¿Y con un poco de whisky con soda?

—Bueno, medio vaso. Hace mucho calor por esta época del año, y estoy cansado de tantos trabajos y sinsabores. ¿Conoce usted mi teoría sobre el asunto Norwood?

—Recuerdo haberle oído á usted exponer una teoría.

Bueno; pues me he visto obligado á reponerla. Ya tenía al señor Sholto estrechamente envuelto en mis redes, ¡ pal! de improviso so me escapa por un agujero abierto en el centro mismo de la malla. Ha podido probar una coartada incontrovertible: desde el momento que salió del cuarto de su hermano, no ha estado un solo instante fuera de la vista de alguna personade modo que no pudo ser él quien saltó por las ventanas y trepó por los techos. El asunto cs extremadamente obscuro, y mi crédito profesional está en juego. Mucho me serviría ahora una pequeña ayuda.

—Todos necesitamos ayuda alguna vez dije.