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»Nadie sabrá lo que ocurra, porque aqui esta»mos aislados de todos los hombres. ¿Qué otra » cosa podríamos exigir? Díganos usted, pues, potra vez, sahib, si está con nosotros ó si debe»mos considerarlo como enemigo.

—>Estoy con ustedes en cuerpo y alma—le contesté.

—> Bien—me dijo él entonces, devolviéndome la carabina. Ya ve usted que tengo confianza en su palabra, y que sé que no ha de faltar ussted á ella como nosotros no faltaremos á la nuestra. Ahora no tenemos más que esperar á »mi hermano y al comerciante.

»¿Y su hermano sabe lo que va á pasar?»>le pregunté.

—Suyo es el plan: él lo ha combinado. Ahora »vamos á la puerta á reunirnos con Mahomet » Singh.

»La menuda lluvia seguía cayendo: era el »principio de la estación lluviosa. Negros nuba»rrones cruzaban el firmamento, y era difícil dis»tinguir nada á la distancia. Delante de la puer»ta había un barranco, en cuyos bordes estaba el suelo casi seco: el paso hasta el fuerte era »>fácil. Yo me asombraba de verme en aquel sitio »en compañía de dos feroces punjabeses, espe»rando á un hombre para asesinarlo.

»De pronto distinguí el fulgor de una linterna LA SE ÑAL .—14