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peligrosas, que por fin tuve que precipitarme sobre mi mesa y hundirme furiosamente en la lectura del último tratado de patologia. ¿Quién era yo, un cirujano del ejército, con una pierna débil y una cuenta corriente mucho más débil en el Banco, para atreverme á pensar en semejantes cosas? Esa joven era una unidad, un factor y nada más. Si mi porvenir se me presentaba sombrío, mejor era afrontarlo como un hombre, que pretender iluminarlo por medio de meros devaneos de la imaginación.