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III

En busca de una solución.

Holmes volvió á las cinco y media. Estaba animado y contento, estado de espíritu que en él se alternaba siempre con la más negra depresión.

—No es, pues, tan grande el misterio que hay en este asunto—comenzó á decirme, tomando la taza de té que yo le había servido:—los hechos parecen no admitir más que una sola cxplicación.

—¡Cómo! ¿Ya ha resuelto usted el problema?

—Eso sería demasiado decir. He descubierto un hecho sugerente, y nada más; pero este hecho es muy sugerente. Falta todavía conocer los pormenores. Acabo de saber, consultando las ediciones atrasadas del Times, que el mayor Sholto, de Upper Norwood, que perteneció an-