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—Oh! Este es un asunto que me scría difícil teorizar contestó Holmes secamente.

—No, no. Nosotros no podemos negar que á veces golpea usted en el clavo. ¡Qué perspectiva! La puerta cerrada, según entiendo. Joyas, por valor de dos millones y medio, desaparecidas.

¿Cómo estába la ventana?

—Cerrada por adentro, pero en el antepecho hay rastro de pisadas.

Bien, bien. Si la ventana estaba cerrada por adentro, las pisadas nada tienen que ver en el asunto. Eso lo indica el sentido común. El hombre puede haber muerto de un accidente, pero la cuestión es que las joyas no están aquí. ¡Ah!

Se me ocurre una teoría. A veces me asaltan estas ráfagas. Salga usted al corredor, sargento, y usted también, señor Sholto. El señor puede quedarse. ¿Qué piensa usted de esto que le voy á decir, Holmes? Según su propia confesión, Sholto estuvo anoche con su hermano. El hermano murió por efecto de un accidente, y Sholto se llevó el tesoro. ¿Qué le parece á usted?

—¿Sin duda el muerto se levantó después y echó la llave á la puerta?

II um! Ia cosa anda mal. Apliquemos el sentido común. Este Tadco Sholto estuvo con su hermano entre ellos hubo una disputa, cosa que sabemos. El hermano está muerto y las joyas