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Página:La simulación en la lucha por la vida (1920).djvu/15

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La simulación en la lucha por la vida

nera intensa sobre el carácter agradable o desagradable de los sueños<a id="FNanchor_1" href="#Footnote_1" class="fnanchor">[1]</a>.

Las peripecias de Argan—a quien hoy no consideraríamos un "enfermo imaginario", sino un caso de neurastenia gastro-intestinal, como demostró ha poco tiempo el profesor Debove en una hermosa conferencia a los estudiantes de la Sorbona—prolongaban nuestra vigilia más allá de sus límites habituales. Seguíamos ávidamente las operaciones "científicas" de Purgon y de Diaforius, que "saben bellas humanidades, hablan en buen latín y designan con nombres griegos todas las enfermedades; pero en cuanto a curarlas, carecen de toda noción". Y con deleite asistíamos a las inagotables lavativas de Mr. Fleurant, competidor, sin desventajas, de las purgas y sangrías del primero, mientras Diaforius daba a su hijo Tomás una lección clínica, en presencia del mismo Argan, felicitándole ardientemente por haber seguido sus huellas, permaneciendo "fiel a las opiniones de los antiguos", negándose a prestar la menor atención a las razones y experiencias de los "pretendidos" descubrimientos y teorías de la época...

Sonaba involuntariamente en nuestro oído la invectiva de Cicerón: "Neque imitare malos medicos, qui in alienis morbis profitentur tenere se medicinae scientiam, ipsi se curare non possunt." (Ad fam., IV, 5, 5). En ese momento Mr. Fleurant empuñaba de nuevo el instrumento que sintetizaba toda su profundidad científica. Tuvimos la percepción de algo dibujado en el campo periférico de nuestra retina, cuya mácula lútea estaba enfocada a las líneas del libro. Volvimos la mirada; a la altura de los ojos,