montes y franqueando precipicios, salimos á un ancho y hermoso valle. Allí el señor Besaya se despide cortéstemente de nosotros, pues su amigo (El Saja) le espera en Torrelavega para ir juntos á tomar baños de mar.
Le damos las gracias por su atención, y seguimos.
Las praderas verdes y limpias á nada del mundo son comparadas en belleza; los bosques de castaños se extienden por las laderas, á cuya falda ricas huertas y frondosos maizales recrean la vista y el ánimo con su lozanía. Atravesamos por entre rejas un gran río que dicen Pas, y poco después olemos el mar. Sin duda está cerca. Anúnciase en irregulares charcas, como dedos retorcidos; vemos después sus manos que agarran la tierra, y por último un enorme brazo que se introduce entre dos cordilleras.
X
¿Y mi compañera de viaje?
Al llegar aquí, mejor dicho, desde que dejamos aquellas fastidiosas llanuras castellanas, desaparecieron los accidentes caniculares que tan aborrecible me la habían hecho.