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La sombra

dición adquirida en sus asiduas lecturas, que era en él como los archivos en que todo está revuelto, sin concierto ni orden. ¡Quién sabe, gran Dios! Tal vez si en aquella cabeza hubiera habido un catálogo, el doctor Anselmo sería uno de los más extraordinarios talentos conocidos.

III

El doctor continuaba mirando aquel diabólico aparato con ese abandono ó negligencia que se pintan en el semblante cuando el pensamiento está muy lejos del sitio en que se fija la vista.

Creeríase que le importaba poco el resultado de tal experimento, y que no le había de dar placer ni disgusto la verdad científica que con el líquido circulaba por el tubo.

— Pero ¿cómo se ha dedicado usted á la Química?—le dije, seguro de que el sabio no daría contestación categórica.

—Para atar la loca—contestó—; para contenerla y obligarla á que no me martirice más. Yo necesito estar siempre ocupado en algo: la lectura me distrajo un poco; pero al fin llegué á cansarme de leer. Hace poco vi en ciertos libros cosas que me llamaron la