no hay nada más maravilloso que mi matrimonio? ¿Usted no recuerda aquel original suceso que le he contado, cuando me encontré en presencia del más extraño fenómeno que se ha ofrecido á la observación humana?
No recuerdo de qué habla usted.
Mi matrimonio, sí; yo se le he contado á usted. Lo que entonces se habló fué un embuste. Nadie supo la verdad de tan singular acontecimiento.
— — Á mí no me ha contado usted maldita de Dios la cosa — le dije, recordando que, á pesar de su franqueza y locuacidad, no había hablado nunca, sino muy obscuramente, de aquel misterioso asunto.
—¿Que no se lo he contado? Juraría que se lo referí punto por punto la otra noche.
—Aseguro á usted que no sé una palabra.
— ¿No le conté á usted aquello de mi mujer, de aquel hombre... de aquel demonio...?
Nada de eso sé.
— ¿Yo no he hablado con usted de mi pa— — — B. PÉREZ GALDÓS lacio?
— —Del palacio, sí, aunque ligeramente dije, recordando la fantástica pintura que de su casa hacía con frecuencia el doctor.
—¡Oh, estupendo, maravilloso! Mi padre tenía un grande amor á las artes. ¡Qué preciosidades, qué joyas!