se entrega á la confusión del espectáculo, y extraviándose se salva.
B. PÉREZ GALDÓS Al decir esto calló para tomar aliento. Traguéme la lección de perspectiva como Dios me dió á entender: la lección me parecía el colmo de lo confuso y embrollado; pero no puedo menos de confesar que el doctor me infundía respeto, y no me atreví á decir cosa alguna que pudiera ofenderle. Así es que, á pesar de mi aburrimiento, tuve que inclinar la cabeza. Después de descansar un momento, prosiguió: «De este salón se pasaba á otros aposentos llenos de cuadros.
— Sí... ya comprendo: cuadros muy bonitos. Yo he visto muchos cuadros — indiqué para obligarle á apartar de mí la nueva tormenta que ya sentía venir encima.
En una de estas habitaciones hallábase la clave del acontecimiento que voy á referir.
Aún me parece que le veo, y que está allí todavía, con su elocuente mirada, su sonrisa llena de perfidias y engañose CS ¿Quién estaba allí?
Diré á usted; mi padre poseía una buena colección de cuadros un tanto licenciosos.
Abundaban las desnudeces provocativas, casi deshonestas; había jardines de amor, bacanales, festines campestres y tocadores de Venus,