Página:La teoría de la relatividad de Einstein.djvu/31

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de niños pequeños. Por eso es difícil representarse con claridad lo que hubo de significar para el pensamiento el que los conceptos de «arriba» y «abajo» perdiesen su sentido absoluto y el que se reconociese a los antípodas el derecho a llamar «arriba» a la dirección en el espacio que nosotros llamamos «abajo». Pero cuando se verificó la primera navegación circunterrestre, hízose la cosa tan patente, que todas las objeciones hubieron de enmudecer. Por el mismo motivo, el descubrimiento del globo no dió en sí mismo ocasión para que hubiese lucha entre la concepción subjetiva y la concepción objetiva del mundo, entre la investigación natural y la Iglesia. La lucha no se desencadenó hasta que Copérnico (1543) le quitó a la Tierra su posición central en el universo y creó el sistema heliocéntrico.

No es que haya en esto una relatividad mucho mayor; pero la importancia del descubrimiento para la evolución del espíritu humano reside en que la Tierra, la humanidad, el yo individual, quedan ahora destronados. La Tierra se torna satélite del Sol y arrastra consigo a la humanidad en el espacio cósmico; junto a ella circulan otros planetas semejantes, de igual valor; el hombre de la astronomía no es ya importante; a lo sumo, lo es para si mismo. Pero hay más aún: todas estas inauditas novedades no se derivan de hechos groseros—como es un viaje de circunvalación—, sino de observaciones que, para aquellos tiempos, eran finas y sutilísimas, de cálculos difíciles sobre trayectorias de planetas; esto es, de pruebas que ni son accesibles a todos, ni tienen importancia alguna para la vida diaria. La apariencia visible, la intuición, la tradición sacra y profana se pronuncian contra la nueva doctrina. En lugar del visible cerco solar, pone ésta un globo de fuego de tamaño gigantesco, irrepresentable; en lugar de las familiares luminarias celestes, pone otros tantos globos de fuego a inconcebibles distancias, o globos como el terráqueo, que reflejan una luz ajena; todas las masas visibles son ahora engaño, y, en cambio, verdad es una serie de lejanías inmensurables, de velocidades tremendas. Y, sin embargo, tenía que vencer la doctrina nueva; porque su fuerza estaba en la cálida voluntad de todo