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DISCURSO PRELIMINAR.

claros, que se leen y repiten de mil maneras en los libros sagrados. Esto es mal, y no pequeño: mas el mayor mal está en que proiban la entrada y cierren la puerta á otros muchos que pudieran entrar: dándoles á entender, y tal vez persuadiéndoles con sumo empeño, que aquellos misterios de que hablo, son peligro, son error, son sueños, son delirios, &c., que aunque en las Escrituras parezcan espresos y claros, no se pueden entender así, sino de otro modo, ó de otros cien modos diversos, segun diversas opiniones; menos de aquel modo, y en aquella forma en que los dictó el Espíritu Santo. Y si á personas religiosas y pias la Escritura divina se ha hecho en gran parte inaccesible por los comentadores mismos, á otras menos religiosas y menos pias, en especial en el siglo que llamamos de las luces, se ha hecho tambien nada menos que despreciable: pues se les ha dado ocasion mas que suficiente para pensar, y tal vez lo dicen con suma libertad, que la Escritura divina es, cuando menos, un libro inútil; pues nada significa por sí mismo, ni se ha de entender como se lee, sino de otro modo diverso que es necesario adivinar. En fin, que cada uno es libre para darle el sentido que le parece. Así el temor respetuoso de los unos, y el desprecio impío de los otros, han producido por buena consecuencia, un mismo efecto natural: esto es, renunciar enteramente al estudio de la Escritura, lo que en nuestros dias parece que ha llegado á lo sumo.

Todo esto que acabo de apuntar, aunque en general y en confuso, me persuado que os parecerá duro é insufrible,