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posiblemente un parásito, porque el mundo de las abejas está poblado de fantasmas, más extraños que los nuestros, y más de una rama tiene una especie de sombra misteriosa é inactiva, exactamente igual á la víctima que elige, con la única diferencia de que su pereza inmemorial le ha hecho perder uno por uno todos los instrumentos de trabajo, y de que no puede subsistir sino á costa del tipo laborioso de su raza. (1) Sin embargo, entre las abejas que se han llamado con el nombre quizá demasiado categórico de Apidos Solitarios, ya se incuba el instinto social, semejante á una llama comprimida bajo el montón de materia que sofoca toda vida primitiva. Aquí y allí, en direcciones inesperadas, con resplandores tímidos y á veces extraños, como para reconocerlo, llega á perforar la pira (1) Ejemplos. Los abejorros, que tienen como parásitos á los Psithyros, los Stélidos que viven á espensas de las Anthidias. «Estamos obligados á admitir»dice con mucha razón J. Pérez en Les Abeilles á pro»pósito de la identidad frecuente del parásito y su »víctima, estamos obligados á admitir que los dos »géneros no son sino dos formas de un mismo tipo y »que están unidos entre sí por la más estrecha afini»dad. Para los naturalistas que se adhieren á la doc»trina del transformismo, este parentesco no és pura»mente ideal sino real. El género parásito no sería en>tonces más que una rama salida del género trabajador, »y que ha perdido sus órganos de recolección á conse»cuencia de su adaptación á la vida parásita.»