Que yo, sin más camino
Que el que me dan las leyes del destino.
Ciega y desesperada,
Bajaré la aspereza enmarañada
Deste monte eminente,
Que arruga al sol el ceño de su frente.
Mal, Polonia, recibes
A un extranjero, pues con sangre escribes
Su entrada en tus arenas,
Y apenas llega, cuando llega á penas.
Bien mi suerte lo dice;
Mas ¿Dónde halló piedad un infelice?
CLAR. Di dos, y no me dejes
En la posada á mí cuando te quejes;
Que si dos hemos sido
Los que de nuestra patria hemos salido
A probar aventuras,
Dos los que, entre desdichas y locuras.
Aquí habemos llegado,
Y dos los que del monte hemos rodado:
¿No es razón que yo sienta
Meterme en el pesar, y no en la cuenta?
ROS. No te quiero dar parte
En mis quejas, Clarín, por no quitarte,
Llorando tu desvelo,
El derecho que tienes tú al consuelo.
Que tanto gusto habia
En quejarse, un filósofo decia.
Que, á trueco de quejarse,
Habían las desdichas de buscarse.
CLAR. El filósofo era
Un borracho barbón: ¡Oh! ¡Quién le diera
Más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
Mas ¿Qué harémos, señora,
A pié, solos, perdidos y á esta hora.
En un desierto monte.
Cuando se parte el sol á otro horizonte?
ROS. ¡Quién ha visto sucesos tan extraños!
Mas, si la vista no padece engaños
Que hace la fantasía,
A la medrosa luz que aun tiene el día.
Página:La vida es sueño.djvu/10
Apariencia
Esta página ha sido corregida