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Si hoy sacase la cabeza del sepulcro, vería, antes que todo, la silueta de una acacia. El árbol, más frondoso desde que lo custodia, bebiéndose quizás con los jugos de la tierra los de su cuerpo tranquilo, da mejor sombra. Y a mí me ha parecido ésta dos veces triste, y confieso que con cierto temor supersticioso, no quise descansar a su amparo. Ah ! mis amigos, haced el bien por si el Paraíso de Mahoma es cierto. Y entretanto, poned viñas en los sepulcros para que reflejen el sol sonrientes y perfumadas. Perfumadas con sus ñores, sonrientes con sus verduras, y al fin, en el otoño, casi divinas con sus racimos. Ib-Hazmun, el poeta, declaró que el precepto no debe asustar, pues no es crimen beber buen vino ; y dejad que vuestros hijos lo cosechen, alegres y espirituales entre esos pámpanos. ¡ Pero no desenterréis los espejos de las viejas tumbas sino para arreglaros las cabelleras con gracia ; no os miréis en las aguas sino para beber su preciosa frescura ; y no interroguéis jamás a la esfinge, inseparable y movible, que la luz jubilosa o triste dibuja sin cesar con nuestra propia sombra !